sábado, 15 de noviembre de 2014

Valoración secundaria

La valoración secundaria es aquella que se lleva a cabo cuando se comprueba que la víctima no presenta ninguna alteración que afecte a la ventilación y a la circulación.

Una vez realizada la valoración primaria (pinchad AQUÍ para recordarla) y comprobado que la víctima respira y tiene pulso:

  • Trataremos de averiguar lo sucedido.
  • Realizaremos una exploración neurológica.
  • Comprobaremos las pupilas, las constantes vitales y el relleno capilar.
  • Llevaremos a cabo un examen de la cabeza a los pies con el fin de localizar lesiones.

Acercamiento y búsqueda de información.

En esta fase del protocolo, intentaremos averiguar cómo ha tenido lugar el accidente y si la víctima ha sido atendida previamente.
  • Nos colocaremos próximos a ella de forma que nos vea, y poniéndole la mano sobre su cuerpo para darle seguridad y obtener información.
  • Le preguntaremos su nombre como parte de la valoración, pero también como acercamiento personal para ganarnos su confianza.
  • Intentaremos también conseguir información sobre sus antecedentes personales y su historial clínico.
  • Le informaremos acerca de qué es lo que vamos a hacer y de que tenemos experiencia en este tipo de situaciones.
OPUMA es una regla para la valoración de los antecedentes válida sólo en víctimas conscientes y en estado de alerta.


Obtener información sobre qué ha ocurrido.
Antecedentes Personales.
Última ingesta de sólidos o líquidos, tipo y hora.
Medicación que toma habitualmente.
Si padece Alergias.


Exploración neurológica.

Se realiza para valorar el nivel de consciencia y el estado neurológico del accidentado. Para ello, podemos aplicar la escala AVDN, que contempla cuatro grados:

A: Alerta: la víctima responde a todos los estímulos →  consciente.

V: Responde a estímulos verbales inconsciente.

D: Responde a estímulos dolorosos (no reacciona a la voz) inconsciente.

N: No hay respuesta: ninguna reacción inconsciente.

Comprobación de las pupilas.

Comprobaremos los siguientes signos al observas las pupilas:

  • Tamaño: si están contraídas, hay miosis. Si están dilatadas, hay midriasis.
  • Reactividad: si reaccionan a la luz son reactivas, si no lo hacen son arreactivas.
  • Simetría: cuando la dilatación pupilar es de igual tamaño hablamos de isocoria. Si tienen asimetría con distintos tamaños de dilatación unilateral, se trata de anisocoria.

Comprobación de la respiración.

En la valoración primaria ya hemos comprobado si ventila, así que ahora tendremos que comprobar los siguientes aspectos:
  • El ritmo: regular o irregular.
  • La profundidad: superficial, profunda, etc.
  • La frecuencia respiratoria.

Comprobación del pulso.

Debemos comprobar el pulso a nivel central sobre la arteria carótida. Después, durante la exploración general, tomaremos otros pulsos como el radial o el pedal, pero con distinto objetivo final.
Valoraremos los siguientes aspectos:
  • La frecuencia: pulsaciones por minuto.
  • El ritmo: regular o irregular.
  • La amplitud: mide la oscilación de la presión en las arterias.

Toma de temperatura.


Utilizaremos el dorso de nuestra mano para tomarla y la pondremos sobre la frente de la víctima. Así comprobaremos si existe hipertermia o hipotermia.
Pero si queremos medir con exactitud la temperatura corporal, tendremos que utilizar un termómetro clínico.


Comprobación del relleno capilar.


 Es el tiempo que transcurre desde que los capilares son comprimidos (y aparece palidez) hasta que vuelven a tener sangre (y se recupera el color).
Si presionamos la piel en zonas como el lóbulo de la oreja, el lecho ungueal o la eminencia tenar, a los dos segundo como máximo debe reaparecer la coloración habitual.



Exploración del cuerpo de la víctima de cabeza a pies.

Durante esta fase final realizaremos una exploración de todo el cuerpo. Para ello tendremos que mover y descubrir zonas corporales de la víctima y observar su estado mediante la inspección y la palpación.
El orden adecuando implica empezar por la cabeza y seguir hasta finalizar en los pies, de forma minuciosa.

1. Cabeza y cuello.
Comenzaremos palpando el cráneo en búsqueda de sangrado, hematomas o depresiones y lesiones oculares. Debemos tener especial cuidado en la movilización, por si existen lesiones a nivel cervical que afecten a la médula. Es importante vigilar si hay sangre en la boca, oídos, nariz u ojos.

2. Tórax y abdomen.
Debido a la frecuencia de traumatismos costales en personas que han sufrido un accidente, debemos buscar indicios de éstos: signos y síntomas como dolor, rubor o deformidad anatómica. También es posible que presenten objetos incrustados y que agraven la situación inicial. En el abdomen también podemos encontrar rigidez y evisceración. No podemos olvidar palpar la zona lumbar y las caderas para tratar de localizar una posible fractura de pelvis.

3. Miembros superiores e inferiores.
Comprobaremos la sensibilidad y los movimientos de piernas y brazos mediante la flexión y la extensión, así como la presión que puedan ejercer contra nuestras manos para descartar posibles alteraciones motoras.
Valoraremos también los signos derivados de lesiones medulares que puedan afectar al movimiento y/o la sensibilidad de las extremidades. Para ello realizaremos lo que se observa en la imagen:


Finalmente, debemos evaluar el pulso en arterias como la radial y la pedia. La ausencia de dicho pulso es signo de que la circulación ha sido interrumpida por un hueso fracturado o luxado.

Es necesario recordar que para realizar esta exploración, la posición lateral de seguridad (PLS) minimiza su movimiento y mantiene el cuerpo alineado. Además, evita que la lengua caiga hacia atrás y obstruya el paso del aire y que, si llegase a haber vómito, este vaya hacia las vías respiratorias.





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