Las decisiones de toda RCP deben estar basadas en una serie de principios. Estos principios son:
- Autonomía. Las personas toman decisiones con respecto a su salud y pueden aceptar o rechazar cualquier tipo de tratamiento.
- No-maleficencia. Sobre todo, no hacer más daño. No se debe iniciar o prolongar la RCP cuando se tenga la certeza de que va a ser un esfuerzo inútil.
- Beneficencia. Siempre hay que buscar el mayor beneficio para el paciente y tener en cuenta el equilibrio riesgo-beneficio.
- Justicia. Cuando la realización de la RCP suponga graves riesgos para la salud o integridad del reanimador, o cuando existan otras víctimas que puedan tener mayor probabilidad de supervivencia.
El objetivo del tratamiento es restaurar la salud en la medida de lo posible, minimizando el daño y buscando el mayor beneficio.
En cuanto a las indicaciones de la RCP, esta debe iniciarse siempre de forma prezoz, pero hay una serie de excepciones:
- Derecho de autonomía del paciente.
- La aplicación de RCP no está acorde con los principios de beneficencia y no maleficencia.
- La aplicación conlleva riesgos graves para el reanimador y puede perjudicar a otros afectados con más posibilidad de supervivencia. Esto puede ocurrir en accidentes con múltiples víctimas; aquí es importante, en primer lugar, clasificar a los pacientes según sus necesidades de RCP y sus posibilidades de supervivencia, para así poder decidir a quién se debe atender en primer lugar.
La gran mayoría de los intentos de RCP no tiene éxito y hay que tener en cuenta cuando se debe suspender el proceso:
- Si se produce recuperación de la circulación
- Cuando se comprueba que hay signos evidentes de muerte biológica.
- Otras personas con más posibilidades de recuperación que requieran la RCP.
- Agotamiento o riesgo de peligro para el equipo.
Por lo tanto, existen situaciones en las que el reanimador debe establecer límites a sus esfuerzos, omitiendo la RCP o suspendiéndola.
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